2014 - 2015

2015

En la ingravidez, arrojar sondas allí donde
nadie erró nunca su mirada.
La firmeza del gesto hiriente, afilado,
multiplicado por los tiempos incalculables,
recrea un porvenir que es para siempre
inalcanzable.

Temen. Tememos. Temibles temidos.

Son sólo unas cuantas gotas cuantas caen,
gotas cuánticas sobre tierra que calla.

Callados seguimos callando una tormenta,
callando un cielo que grita norte,
que grita hasta cuando calla interminable.

Callado en la paz de una tregua
cansada de importar más bien poco
o casi nada.




2014

Todo horizonte es siempre una promesa de una tierra lejana.

El mar no para quieto
y no son ganas de volar sino mi mirada
siendo capaz de volar en el espacio
lo que un acantilado me despierta.

Regreso a la poesía
desde una ventana abierta
y veo un paisaje
y poco a poco el día se acaba
oscureciéndolo todo,

mas las olas no callan.


   .
.     .
   .


Pasar página
sin escrúpulos
paso página
saborerando su transcendencia
su eco
el eco de una página pasando
y otra página pasando
y otra más
pasando.


Las diagonales de la escritura
y la paciencia del escritor
su espera
esa espera en trance
y el ímpetu de la primera línea,
el primer movimiento de mano.

2009 -2010

Respirar la lluvia de verano y que haya mucho espacio
espacio para respirar la tormenta y dejarse sorprender por
todos los veranos de años lejanos.
Esa es la inocencia ante la cual me rindo
la inocencia del trueno que no sabe del relámpago.

Cae el verano y yo nazco nuevo
para continuar creyendo que esas nubes lejanas
son montañas azul gris que esconden el sol.

Hoy escucho caer la lluvia por primera vez
y lleno vasos de agua para arrojarla por
la ventana y reir a carcajadas.

Eso es lo que me mantiene en contacto
conmigo mismo. Mi fidelidad a mi
manera de amar los días.

No hay más sentido que respirar el aire de lluvia.


   .
.     .
   .


2010


Agito la tendencia a estrellar subsuelos,

el agudo imperio del estallido

arrasa

y ríe.


  .
.     .
   .


Licuación insístole

derrame arcada

obturación de aire comprimido

agujeta quebrada

dolor de muela

una última noche

mirador sin barandilla

en cada parpadeo muero.


  .
.     .
   .


Barro avispas





Invierno 2007 Invierno 2008


Cierro los ojos para caerme dentro
para caer en mis ojos muy dentro.
.
.         .
.
Todos ellos
todos aquellos
sin olvidar ninguno
olvidarles a todos
a todos ellos.
.
.         .
.
Dos siete cuatro cabezazos
La mentira es una piel
y tú.

Otoño 2006 Otoño 2007



Habrá un largo silencio
y querré creer que estoy sordo;
no será posible entender ese agujero en mi cama.
Te irás sin yo mirarte a los ojos en ningún momento
sin haberte entrecortado la risa
sin tenerte por hermana
que esconde su cabeza tras mi espalda.
Mas todo esto aún no es
yo me adelanto por temor a que me coja de imprevisto
tu salir por la puerta.
Es un día de asperezas
de tétano en las venas
de prepararse la comida sin apenas hambre
y mis orejas presienten el invierno en su corteza.
Plutón no es más un planeta
y además me entero que sólo se amar como un niño
y por eso mientras duermes escondo mi cabeza entre tu brazos
pensando que al menos soy libre
de echarlo todo a perder.
.
.          .
.
Cometer de nuevo el mismo error
el mismo error, de nuevo, el mismo,
el mismo error, una vez más.
 

Verano 2005 Otoño 2006


El invierno cayó ayer en mis tímpanos

Invierno 2004 Verano 2005



Puede existir licuada una línea veloz
que produzca estremecer corazón de hombre
sin conocer el otoño más que en su densidad fluvial.
Plúmbeas hojas serán mis manos
y como grieta espontánea
harán de sus dedos la única señal
que tu cuerpo reciba
de la cicatrizada noche que nos separa.
Armadillo que perdió su olfato
se pregunta quién encendió el árbol desnudo
que tras su corteza se inventó Berlín.
La gravedad nunca nos miente
si como amantes unidos en nuestros cuerpos
desafiamos la pendiente.
.
.         .
.
He aullado como un galápago
sin saberme felino entre los demonios.
.
.         .
.
Miento
Miento tan insistentemente que no miento sino mirto.
.
.         .
.
Montón de monotonía en la puerta de tus ojos al abrirse el sol

Primavera Verano 2004


Sólo su batir
su latiente atmósfera
querrás la estática impermeable
la añorada transparencia
y azul su voz,
querrás de súbito su aliento
la cicatriz que en el aire fue nube.
Hiriente sólo su hiriente calma
su mudo ser.
.
.            .
.
Torsos a media voz, a medio camino
entre el nítido malestar
y la hora que arrastra el pesado mármol.
Tierra, tu opacidad, la subterránea hiriente.
Tú, malgastada, táctil herbórea,
callada al fin.
Del día pesado párpado,
se agita la indefensa somnolienta,
en la mano un arco
en su boca atravieso un interior.
Recogerse en cuerpo,
como cuerpo tomar la faz hasta agotarla,
herir el sabor del tétano.
Entorno a lo que queda por decir
entre nosotros dos
queda un mundo.
.
.             .
.
Hay una explicable gravedad
en el hecho de tener memoria.
Un mar silencia porque obstruye.
Todo mar alude a la contundencia de lo innombrable.
No hay tiempo porque no hay explicaciones.
Mar
el silencio ahogado.


El registro del sonido de una máquina refrigeradora es en los oídos lo que la frontal estructura monocroma de un minibar es a los ojos. El aeropuerto se retuerce, aplaca el hilo musical su estructura poligonal nerviosa y algunos seres reptan los pasillos sin que detrás les acompañe su sombra.

Somos. Y punto y aparte.

.

.         .

.

Y yo crispo a dentelladas

he estirado la tensión de desconocerme

mis silencios son una aceleración

y abrir los ojos centrifugarse.

.

.         .

.

La respiración no es como la madera

férrea mano que aprieta la sien

sino cortezas que se amontonan como polvo

porque dicen cómo reposa la arena sobre la playa.



Te atraen las tormentas difusas, los éxtasis blancos privados de luz, la diminuta hambrienta necesidad que corre erizando pecho y abdomen. Vuelo sin motor de un rostro que acaricia su olfato sobre unas manos heridas por el sol de la mañana. Cuando tú te encierras y sólo mi abrazo enciende la atractiva subterránea del arrecife y todos mis brazos te pertenecen.
Cada vez que olvido tu nombre
perverso afán quererte de nuevo concebida.
Tú naces del olor a tierra mojada.
.
.          .
.
Entre los dedos de las manos me duele el aire.
Cada vez que respiro me llevo los ojos muy dentro
y creo que la torsión de mi espalda no resista más bocanadas.
Toda una tarea de alimentarme sin hambre
porque exento de un "tú" que no sea
el propio masticar de tímpanos.
Una somnolencia atrasada decae mi verticalidad
como un niño enrrabietado lloro estar solo.
Mas llorar siempre me queda lejos,
la imposible distancia entre dos ojos y la garganta
se elude a fuerza de aguja.

Otoño Invierno 2003


Repto la tiniebla
insistencia
en estómago contenido.
Sitiada la tersa explañidera
locuaz molusco sin aire herido
la extranjera lástima
el ardor de un salto.
Queriendo incoloro,
queriendo atroz marca invertebrada,
voz del mar,
sordo intento decir las horas.
.
.         .
.
Cientos de veces nada
nada entierran
el canto pesado del humo
la inmiscuida bárbara solitaria
.
.        .
.
Sigilosa la interminable
de vientre hambriento la porosa trenza
si acaso pudiera vacilar un silencio la interminable agotado.
Me arrimo al timbre templado de un tiempo oscuro
es la medianoche flaqueza
discurrir torpe embudo
quisiera entonces desatornillar esa trama
empuje o cabeza.
Siento el mundo cerca de mi piel.
Erizome.
.
.          .
.
Lengua trenzada
ni habiendo la palabra
ni restando al tiempo.
Quemo instiado ser
quemo la destructiva y blanca subterránea,
la aurora vocal y del mirto
ceguera malla silencio tras mis ojos.
El primer esfuerzo la mañana,
nuevamente cada día
 la mañana el esfuerzo.
Brecha es sangre que corre
en mis pies corre.

Primavera Verano 2003


¿Hasta donde se podría llegar resbalando con la sien en la piel de una lima?
Abrir una imagen a dentelladas
deshuesado
el silencio existe cuando inútiles mis oídos,
inútil permanencia o fuga.
.
.          .
.
Acusando la piedra inflamado
goce de sal oxidada
la terca piel
que no permite la caricia.
Barrunto y muramos
tal y como nostros fuimos
hoy de canto la marchita luz
tenue nuestro encuentro
amor incendio.
.
.             .
.
Malgastada y pérfida esclavitud
del Nanges la asestada corriente
sin trópicos que alunicen
sin tersa calamidad desolvidados.
Sugiere luminosa, paz de las cabezas
Sugiere mitra invacua, desobediencia.
Henchidas tierras de humores
de golpes contínuos
de inviernos que atraviesan
el desastre.
Ser sien
ser hiriente mundo
siendo
contenido.
.
.          .
.
Reconstruye Glenn Gould a Bach, aquí, en mi clavícula.
Tiempo incisivo. Mármol mi céfalo
de engranaje costoso la sencilla razón de amarrarse a un pedestal.
La contemplación viciada de cielos; se enquistan tímpanos,
la argolla son de esta roca torpe,
maniatada bomba de crear tardes vacías
en las que palabras salpican antes de quedar descolgadas.
La fragilidad obscena y absurda
hablar y no abrir la boca
o el crimen de cerrar los ojos y ver.
Sintiendo que la arácnida vida ya empieza a saltar por los aires
no hay temor no hay integridad
el horizonte es una azotea que se burlaría de toda mirada si hubiese miradas
si atraídos por la luz aún solar
¿cuántos pájaros a través de tus ojos?
Se aleja el caminar, a toda costa,
a la deriva se ahorcan los peces
y no hay muerte en un océano
que desconoce.


Y cada noche morimos arrastrando
el inválido letargo, cada noche,
y saberse cada noche intruso
sin la pertenencia al mundo.
Sin cala de sangre herida
una espalda abocada a la tierra
huella árida al fin de un hombre.
Plúmbeas manos te liberan corvo espectro
de la antítesis vertical del mediodía
aguijón helado, tiempo suspendido.
Te arácnida sombra
te acuclillas lastimosa
niblea y entrecortada
queadán tensa sulastrado vientre
sin la muerte
sin lacancia perenne
sin oír
sin nada oír.
.
.            .
.
Se mezclan la atracción de una lluvia inconsciente
en depurada retina, hoja de abril,
hendidura del monstruo
constante terquedad monotonía.
.
.            .
.
Aránida congelada
vientre norte sin estela
quedó la blanca sin herida
a ras de un témpano deshabitado.
Véis que ardor y enterrado
véis sintiendo que nazca esfera
achatado de torpe sal
véis maniatado encierra.
Si tan adviene intento
si tanto intentas silencio
si bien arada triste espera
latente el mar
el mar latente.
.
.           .
.
Devenir placer en lo intacto de dos miradas
que detienen en sí el reflejo de la atroz despedida
de amarse.
Si instante eterno, cabe la muerte, si eterno instante,
dos amantes aferrados cuerpos
que chillan en inalcanzable tú.
Decir amor
animal más que nunca seberse
debe no entender
debe el amante no conocer su condena.
.
.           .
.
Lluvizna erbora
aquietada luz transpira
ardor ciego
sin tensidad.
Atrapa el calor de un reflejo el sol
el sol atrapa el calor que le pervierte
en una demora agotada.
Lindar como el suceso triste
de saberse imán de la caída
cargado de nulidad.
Aparentemente el vacío de repetirse
en el llano de un quebrado
ser sin relieve
el desastre de un inundación.
.
.           .
.
Viciado recostar los hombros sobre dos tersas esquinas
anclaje vulgar de un deseo colmado sin remedio.
Tétano incierto, incisivo,
la marcha atrás del cangrejo,
queriendo la querida cal
huida dulce embriagada.
Pez volador que dora el estío
pez alquitrán tímido alado.
Riendo aurada paz hastiado
riendo paz de temida estela
¿cómo de incierto
si acaso
si hubiera habido...?


Asestado y mordaz bucle
el encuentro en la sílaba marchita
en la afilada torre del infarto.
Simiesca y mordaz profundidad
a la orilla de una congelada primavera
descontenta de todo
de tada gracia hiriente.
El alfabeto de la vergüenza
organiza titanes reposos
a la espera de fatal acierto en el olvido.
Queatriba molar
hedionda cítrica
lamparada cóncava
la simultánea realidad de desposeerse.
.
.           .
.
-Torcidos ciruelos aromáticos-
Alambique deshuesado
hemos perdido el otoño
el mar, la tibieza.
Sin sangre, merodeador alámbrico,
sin vergüenza en fútil instantánea.
Es la belleza del estiercol
de un matadero
de una arcaica pecera
que huye del relámpago.
Quienquiera que a todo
en una señal de amenaza
se desenvuelva ardid embustero
de desgastada entraña
opaca y descubierta.
¡Sitiados y en reposo!
A la espera del alud
¡enterrados!
¡galgos!
¡sin escrúpulos!

Invierno 2002 Primavera 2003


La travesía que define el vuelo a ras de suelo se sustenta en la capacidad de mantener un ritmo respiratorio acorde con el mismo batir de alas.
Agrios los párpados, manos donde acudir a reconocer el olor de un pensamiento dormido.
Quebrantahuesos
La existencia no es dolorosa
La existencia no es dolorosa
.
.         .
.
Me trae aquí una huida flotante. Mi extinción es el vapor que rebosa de unas palabras incomprensibles. De nuevo floto en la ilusión de la ingravidez. Mis manos arrodilladas se inclinan con ligera presunción hacia extensiones prescritas en un tiempo que se define por existir a pesar de aún no haber sido dicho.
Inmaterial flujo de evanescencias, mis ojos se licúan con cada palabra asestada al vacío y el llano hoy más que nunca bajo mis pies acaricia el sexo que trama todo calor en esta noche.
Sin silencios, sin motores, desplazo la tierra en emergencia ingrata; irritante.
Descolgado de las horas de una trama fantástica, la arruga encoge mi materialidad absorviendo el espacio atolondrado que albergaba el interior del saco.
Todo intento se gesta sin gesto
en una sordera mañosa que retiene la posibilidad de volverme rabioso, parco en prudencia.
¿Cómo deshacer el milagro de contener mi propia y más auténtica nulidad?
La imposibilidad de todo estado permanente sosiega el temblor
de que palabras escritas
queden olvidadas en la
eternidad de un coágulo.
Detesto la solidificación de la época de invierno
cuando las llagas ni desangran ni cicatrizan
y la espera es una mirada contenida
en la imposibilidad clara de perderse
en cualquier infinito.
.
.         .
.
Si entendiera mi cuerpo no comería más que
cortezas de árbol empapadas en el sudor de un charco.
Los días llueven sobre mi cabeza.


Invierno 2002


Siento sentir sentirte
de piel con tu piel a orillas de tu piel
relajado silencio
circundante.
.
.        .
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Laude abad de tronco inerte
quemado su liz, su tumba arada
salaz encuentro, atrás pies dados
o el orígen de ser incierto momento.
.
.        .
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Saraz lun
troliado esper
grosaz nuán
lime tú, paliada.
.
.          .
.
Se acuchillan mis dientes.
¿Qué dice ese acuchillar de mandíbula?
¿Qué entiendo por mis dientes acuchillados por dientes?
Mano contra un cristal, almohadilla terca,
¿y si atrajera a flote?
Voy a venderme.
Te me vendo. Con equívoco incluido.
Esta frase está emigrando de mi glándula lacrimal izquierda.
Redoblo. Tengo intestinos.
Temo no ser si a través de ideas me dan a existir,
ideas que Diego evoca desde ideas
desde te toco y tus pezones erectos.
Maldito. Mi enfermedad es adorar lo abominablemente estéril.
Sólo trago saliva porque hay un llanto tras la tinta estúpida.
No veo mis palabras.
Veo que hay dolor
y callo diciendo la porquería del decir mismo.
Atrocidad ésta, vacua en tus ojos, sólo estos ojos,
hay algo tremendo
quedarse inflamado
garganta escribe por alguien
ningún alguien
.
.          .
.
De nuevo ¿Quién se dice?
Que no lo dicho por un alguien, y no. Es otra cosa.
Un alguien haría pensar lo más seguro en mí
o quizás en ti e incluso en él, incluso en todos a la vez.
Y decir que algo dice ¿se consigue decir algo con eso?
Algo dice algo.
Estúpido.
Algo es dicho sin más.
Sin ti. Sin mí. Sin alguien.
Algo que se dice, que se es diciéndo,
que se es diciéndose. Diciéndose algo sin ser algo.
Lo que no es algo sin ser algo. Obvio.
Diciéndo. modosde dcir. Para no acabar.
Decir yno acabar diciéndo. Quedarse en el impulso.
Se queda sin decir, sin ser diciéndo.
Para no acabar diciéndose, como de costumbre
Ni alguien ni otra cosa. Como de costubre.
Ni.
Ahora lo único que podría decirse diciéndo se queda sin decr.
Sin decirse algo,
lo que sea,
ni eso,
ni si quiera,
ni querer,
ni a pesar de querer.
Herido.
Hiriéndose
Sin decirse herido.
.
.           .
.
Quieres, querrás.
Homo incierto, quieres quiero decir, querrás.
Delante sólo adviertes tu parálisis. Homo pétreo.
Tu sien alcanza tu parálisis si sólo delante, te adviertes solo,
sin remedio,
debiste no deber, querrás, con tus manos, quizás en la sien,
tus manos advertirán un traspiés,
no, demasiada movilidad,
te quejas por abrirte paso,
aquí otro paso allí
y ciego y sorda tu lengua ciegos tus tobillos tus ojos nos son ciegos que al paraje le cuesta ser suyo iluminado por angosta luz.
Al menos abrazar el espacio, dirás, tú me has traído,
tú que yo que él, si bien nosotros hemos vuelto patinando,
desdoblamos sobre tierra, sobre circundante quietud,
dedos de mis manos férreamente táctiles sobre ojos que ven que no ven sobre sien incierto sobre cuerpo tendido de rodillas, angosta piel la tierra de tus mis sus nuestras incompetentes sensaciones, freno que criba el silencio por dentro
hay espesura
hay ardor sin más sin haber te nos has dado
mío tuyo suyo
se te d el haber dado
dadme
en la tierra.

Invierno 2002


Lible, latú sal
mes de dir, lluriado embosco.
Aliatado mal, mal quejado, que al fin tú,
que al fin lible tifrón dado,
la sedia luz que timbra
tu vién sien alado
.
.          .
.
Aquí
me digo mamut de alambre u ojo astillado.
Tráfico de palabras, voces distintas en un decir que se presta a ser dicho, que deviene ocasionalmente palabra cuando no obstruido o mutilado, un decir no dicho, quizás nunca dicho o falto de decir.
Faltan voces que digan de verdad
me digo y piensoescribo pensando si me digo de verdad
si de verdad pienso lo que digo o simplemente lo arrojo,
lo abandono.
.
.        .
.
Apesta este cuaderno porque apesto yo viniendo a él. No reconozco el olor de mi semen y por mi cabeza -si es allí algún lugar- un centrifugado de máximo tonelaje me quita esperanzas. La novela ahora narra a un narrador que se narra a sí mismo en la más absoluta vergüenza. ¿A dónde le han conducido tantas palabras ingeridas? Incapaz de resistir, resiste como un cobarde y elude toda postura que se dirija a un fin concreto.
En cambio, riega piedras.
Creyó estar salvado pero creyó mal, confundió estar salvado con un pensar que se piensa otro, que se piensa libre cuando "libre" ha sido desechado hace ya tiempo de todo vocabulario.
Se trata de que no le coman a uno. Y me saborearían con gusto. ¿pero quien es ellos? Ellos soy aquí. Mi traje de alfarero, mis lecciones aprendidas, mi juego de escondite, mi travesura jamás realizada.
Sensible a ser insensible, vástago del mañana que reaparece, que siempre estuvo sin estar y que de vez en cuando suena el teléfono y es él.
Mi mirada un arco, mi sed, perdida.
Mis trapos quemados que ayer desfallezco,
que suenan impulsos que no impulsan
y suenan y suenan.
que bien me quemo
todo en mí, todo en mi todo,
salvaje vacío, salvaje que es llenarse vacío.
Quedó la amado, de ruin invento, de sien volado.
Vacía quedome la sídula, la hambrienta que raíz iriado.
Vergoña facunda, de ahí la ilisía de ver tu frón ajado
mi descubierto se
mi adiós dado
que avado llegó en blanco su escura tierra
su escura faz de guerra trovó en vano.

Otoño Invierno 2002


Una bestia sorda y húmeda me llueve a lo largo de todas mis raíces.

Un poco de plomo o de azul óxido para un cristal que turbio

deja ver un poco de cielo.

Me ondulo y mis pasos son esguinces.

Temo que mis manos se pierdan al cerrar mis ojos,

este frío

esta nube helada

oídos que gritan

yo que me quedo

tonto.

Voy con la lluvia a cuestas, centinela coleóptero trepador mentiroso,

enojado y débil, ¡que tiemblas mundo!

Líneas despedazadas en voz lumbar,

en un cuarto habitante deseo del invierno,

acurrucado, frágil,

aprendiendo a fabricar lágrimas,

la hora de una tarde de un día

palabras desconformes que a nadie conforman.

.

.         .

.

Lluria arávida

sieste que dora la sídula, lluria arávida.

Hien dado, lástima, hidoria alado.

Ride tu voz quiedra

lluvia arávida.

.

.         .

 .

Váis de síes encarnados

la siempre sístole armada.



Ven

Voy

Óxido torpe.

Fiera de día, lastre derrota.

Tu fiel voz dispara

ariado disidente

que al fin tu luz sucia

quedó la batiente herida.

Dispara, cuan al fin dado

cuando incide rotura

sopor triste inunda.

.

.         .

.

Mi memoria es un post it pegado a la estantería de mi habitación.

Afortunado día, caprichoso, único,

se escribe con bruma y sin querer diciéndo líneas,

diciéndo humo.

Así de esta manera y de otras varias,

sin fin hasta el final, cuando allí,

no, allí no, sino cuando entonces,

llama que excita el oxígeno de un día en la mitad de los días.

Soy intrauterino, luminoso, piedra gris, conejo,

estrépito, cabalgar, murmullo, triste tigre que se aleja.

Sistema parásito y digo mundo,

digo extrañeza que desde ayer siento como todos los ayeres:

alguien que toca la vida y sabe hablar del sueño y de las

realidades las las las

y que sintiendo se siente "se"

se siente conmovido en su postura de frágil y acrobático descenso de fluidez a borbotones, sonidos que emigran, pájaros de incomprensible vuelo, sin razón alguna intermitentes son las razones, el para nada de esta página que es un entrecot,

o bien podría serlo.

Para nada.



Musgo alado, manos insulsas que palpan tierra sin materia,

humus desprovisto de ojos.

Sin mí, sólo un inmenso cerco lluvioso.

Piel, raro estómago arrodillado, parche sin memoria.

Murmullo un dolor se extiende

-escuchando tu escucha-

la de mi mano

-conmigo-

que aprieta mi cabeza

que apuñala al puñal,

dentro,

es voz de un nervio que se sabe olvidado.

Primavera Otoño 2002


Amenaza el oreo con traerme sutileza
sutil fragancia que emana de  un cuerpo humano y femenino.
.
.        .
.
Sentirse trasto torpe y ojos débiles
pez monosílabo entonando grieta.
.
.        .
.
Mi adentrado reflejo, allí exento de aliciente calor,
costado de dureza tibia, mi arremolinado vientre salino.
De entre silicio tierra angosta
se atisban pegados los aires que suave piel
engendra extraña voz de amor.
No hay respuesta, mi saliva cerrada
o el aparato óseo.
Trenzado aspecto, las huellas perecen.
Tránsito, palabra evasiva que se gesta en piel de trapo,
flaqueo en mil posturas
molesta mirada de un sueño desenfocado
obstruyes garganta henchida
obstruyes sedienta la infinitud,
que no el fin forjado
ni amarillo redentor de los mil y un abrazos,
de hasta aquí me encadeno,
de hasta aquí he llegado.
.
.         .
.
Exprimir con una sonda frutos de los árboles ya talados en la sima. La misma sonda que exprime los albores de mi tiempo. Aquél y aquellos otros, todos y cada uno allí donde cada lugar era respiración, párpados y un latido tras otro.
Avasalladora luz que excita hoy mis pupilas, grandes soles, soles negros en un cielo irisado sobre latescente marmol. Acuso el extremo afilado de la vida, la nocturnidad que baña en tinieblas mi horizonte; música anhelada de un destierro de voces y bajos melancólicos. Allí donde fuiste imagen. ¿A oscuras o cierra los ojos? ¿Dónde está la noche?
.
.         .
.
Más allá del abrevadero construían a base de carmines otoñales el segundo libro de preludios. Siempre se les hacía tarde, no obstante, obstinados continuaban con la vela que colgaba de sus orejas encendida. Ni los insectos avivaban el silencio que permitía que corolas de lluvia y algún  despistado intervalo de brisa definiera cada una de las composiciones. Lento traducir de una espera, inagotable parálisis a no ser porque violentos ojos guiñaran tras el escozor del no parpadeo. Intrusa indeterminación, es imprevisible este orden que mana del bostezo de un bosque o del interior del plumaje de un ave nocturna. Pisadas cautelosas, este valle apagado parece irreal que aún resplandece sin ilusión pero con ese poder propio de la mañana. Hasta donde alcance esa última onda, allí perece eterna languided desfondada, lágrima sin ojo. Auroras inútiles se dejan transparentar río abajo. Entusiasmo incomprendido, a fuerza de no malgastar más conocimiento, era preciso regresar a casa. Yodo que trata con insistencia de aferrarse, tiene voz y habla que cándidamente, le sostiene un gemido abstracto porque teje imágenes sobre cómo podría haber sido todo si no...
Ya no se escuchan a ellos mismos, nace la calma con el hábito sombrío de esa terquedad del tiempo que acompaña a toda idea de corteza.


Endeble quimera, mi propiedad  propia,
íntimo no tú, doble corte,
ver ver ver
retenme.
Apretada apretada muy apretada
cerca lamerte y rodearte blanda
contra el suelo.
No te creo no existes.
No existes no te creo.

Invierno Primavera 2002


Tendido sobre un murmullo, trastos de pies a cabeza,
el repiquetear de esferas sólidas marrón y brumoso.
Zona, deslinde, prístinas murallas, trópicos encendidos,
linaje muerto, seda escarpada, araña que teje mi sombra.
Palabra "murmullo" sobre un cielo tendido sobre un molde abismal.
Oquedad de un rastro de un soplo de un rostro de un letargo.
Tendido sobre la sal de una ola
completamente buzo, abisinio.
Palabras que trae la marea palabra "marea".
Mirto, miento, miento
Asideros que yacen luminosos, que desfogan en un canto
coinciden, tendido, un murmullo, de pies a cabeza,
es mi voz.

.
.        .
.
Tiembla, tiembla el sol
y yo, me contengo la risa
acariciando mi cuerpo
solo.
.
.        .
.
Así de rameras
lapislázuli en la frente
octoedro repetitivo
salvo tu vida
grises cierres
grises sienes
impecable.
Nocturnidad
páramos eléctricos
vacío mundo
vacía sed.
Limo es tu pérdida.
Grito: hay que fijar este espacio y este espejo, despacio!
He dicho que me quiebro en voz, sin márgenes, sin ti.
¡He dicho que me quiebro y en mi alma hay que lijar este espacio!
.
.         .
.
Lugar, palabra "lugar", ese charco en el que hundes
tus pies y al bajar la mirada el cielo
sirve de fondo a un rostro muy, muy parecido al tuyo-
Llano químico, llano espeso, palabra "llano"
terso torso desnudo
que nunca duerme y esquivo de enojada luz.
Bramante bramido
me duele a horcajadas.
Tu necia barbilla, tu derroche de sienes, tu omnubilada faz cargada.
hasta aquí hasta donde imperceptibles chasquidos
¡hunden cimientos!
Si hay espesor, si hay espesas tenazas, si llueve en la espesura,
si me esperas, si a tientas me esperas,
si me besas ¡qué llano! ¡que ya no!
.
.        .
.
Palabra "tú"
desde un horizonte, tuya es tu voz,
soñada, así de intocable, soñados tus labios sobre los míos,
tus besos sobre mi indefensa criatura.
Te cierras entre los días que me dejan, te encierras en mi abandono.
Así me retienes, así obedezco a tu huida.
Arder
hurto la sombra
arder de ti
adicto océano
ardid embustero
mancha gélida
interminable
interminable
Circular de pies a cabeza, tus codos fotografío,
tu limbo se acelera rasgado, colérico.
Gime que mi lengua se amarra a tu cubierta,
gime que mis dedos quieren ocupar el espacio que tú ocupas,
gime que te estoy mirando y aún no he tocado fondo.
Palabra "tú", yacimiento,
no acaba mi sed
no acaba en tu palabra
porque te he soñado
eres fuego y te he rozado.
.
.         .
.
Yugo pesado que arranca párpados, ésa es mi derrota.
¿No ves mi rostro? Se arrastra.
Mi rostro es el rastro de una derrota. Palabra  "derrota"
Libra una pugna sobre marea, 
palabras que ignoran sus inicios
que desconozco a mi enemigo
y aquí yazco sobre un seno apagado
y creo envejecer.
Y al instante una voz flaca me hace un gesto.
Parece iniciar una danza pero quieta retrocede para enarbolar un pequeño temblor,
un imperceptible latido,
quizás la figura de unos labios que al abrirse sonríen.
Palabra "sonrisa"
De pronto el amor es un esfuerzo por substraerse en la inocencia
de ese niño que encuentra bello el mar, la montaña,
el azul cielo, el amarillo tigre, el blanco faisán.
Pliego un entramado de "síes" y acordándome de la derrota considero este espacio el único campo de batalla.
Qué dulce, qué triste, herida, simpatía, infarto, cicatriz, desvanezco, me sobrepongo.
Esta muerte y no otra es la que me conduce a la vida.
Alacrán dorado que atraviesas sobre la espuma de un desierto tu veneno,
ven a mí y dame herida mortal
porque deseo reír, anhelo llorar,
que enamorado y entusiasta he abrazado esa parte del tiempo que es hielo.


Pacífico linde, torrente de cal,
linde de una cala dorada,
pacífica cal calcinada.
Con rumbo a la queja
la del mediodía,
de tez blanca.
Con rumbo a la injuria,
de boca criminal,
boca que muere en un aullido,
boca que es madre de mis palabras.
.
.          .
.
He nacido salado esta mañana y me dedico a pensar el mar.
Las olas que rompen en la orilla ¿cómo de sinceras son?
A la conciencia no acuden aquellas otras más lejanas.
Cada pensamiento, cada espuma sobre la arena, cada marea,
vienen a dar contra mi frente.
El mar es un rumor.
La nostalgia es de ti.
Te traen los vientos, poniente, fría te traen,
fría nostalgia que, como el mar, es un rumor que no cesa.
Mis pensamientos no cesan.
Palabra "marea",
palabras que trae la marea,
es mi voz.
Amo la brisa que traen algunos pensamientos,
algunas mentiras también.
Ahora he teñido mi rostro. Rostro antifaz.
Hay que navegar, abandonar la orilla, olvidarla, no existe.
Y entonces ¿qué de esta nostalgia?
¿qué de esta lanza aquí clavada?
¿Vendrá a la deriva o ella perece mar adentro?
La nostalgia es un acto de contemplación;
de la distancia, cuando cae la tarde y mi cuerpo se ha enfriado
y el mar es sordo.
¿Hueles la sal de mis manos?
Escucha el rumor, escucha su silencio.

Verano 2001 Invierno 2002


La luce, Nápoles,
la sal de mis pulmones, la de mis dedos,
salada sal del mediterráneo.
Escribo y me contengo, contengo la tierra bajo mis pies.
Que abunde el color tierra virgen de una estepa y con mi pecho
viajar por árida vegetación y estrechos contornos de polvo, luz y serpiente.
Consternado a altas horas en la copa de una palmera o habitando
en la cima de una torre del Castel Sant´Elmo.
Y así, abigarrado, comenzar a tronar como el que pinta cenizas.
Desde este lugar violento quemo mis sueños.
Empecinado constructor de túneles, mimo salvaje que contempla
cómo el sol se hunde bajo la línea mar cielo.
Tú, que a veces te confundo conmigo, haz que claven
los sonidos de las máquinas, haz que el amarillento
humo de los faros alerte a las sirenas y que el
carmín sucio de tu labios se mezcle
con la sangre de todos los que aletean a la deriva.
El sabor del agua y ¿qué ensombrece la luna?
¿dónde está la tierra? ¿dónde?
.
.        .
.
Palabras insignificantes, creo estar arrojando murciélagos.
Esas palabras animales, éstas palabras
"murciélagos" "arrojando" "palabras"
Inertes miembros: unos ojos cuya mirada
se agota en mancha invisible, corazón de cartón.
Palabras que yacen, no laten.
Palabras que agotan mi saliva, esas palabras,
estas manchas invisibles.
Habito el desorden que se extiende como la miel
impidiendo que pase el aire por mi garganta.
Donde se destruye el ruido, es ahí que
palabras"cartón" y "corazón" están en silencio.
Esas palabras, mi vientre,
este silencio que es mi vientre.
Ya no yo. Rotura. Scherzo impaciente.
Palabras insignificantes.
Un giro desaparece hiriente, agitado.
Era una alguien,
sería un alguien diciéndose algo.
Algo que alguien diría desaparece.
era entonces un desaparecer de alguien sería.
Palabra "tiempo", palabra "viento"
freno angosto palabra "triste".
Mecánico proceso un soplo de tiempo
y cuando frena ya no yo.
Rotura, un soplo de alivio, de fina superficie,
lineal, absoluta: palabra "palabra".




Como un recién nacido las palabras
se asientan vírgenes en la boca de mi pecho.
Es una aurora de cantos y danzas.
Manos que perforan humo y sed
Brazos que se arquean tras un giro
Dulce despertar que mis ojos recorren
el trayecto de la mirada.
.
.        .
.
Página rasa, me seca las manzanas y palidezco con mi brazo atado a
un poste, con mis ojos condenadamente abiertos. Tomar aire
dentro de un tronco que hueco sobresalía junto a una roca rosácea.
Santo ocupado reverbera emoción.
Los latidos me hacen temblar cuando quieto contengo una expresión congelada.
Cada palabra es un paso dado en el tiempo.
Devengo en palabras.
Envejezco pensando palabras.
.
.         .
.
"Perenne", deliciosa palabra. Su padre
es el transcurrir de las estaciones.
Obnubilado yo, yo obtuso.
Se abre un círculo sobre mi pecho y espalda
y respiro gélido tránsito, vaporoso diluviar
Desnudo de grande ideas y de sublimes cohesiones.
En mi tierra no hay castillos.
Poco a poco, instante a instante brotan los musgos.
Demente un pantano.
Sibila rozó sus aguas, acarició hasta erizar su contorno
y las fluidez del agua tornose aspereza.
Lento y viejo lago vidrioso.
En un tono agudo se escribe el aire y su atmósfera se confunde
con el calor de la bruma.
Infinito interior
Infinito exterior.
Hombres nacidos del frío
no habléis todos a la vez.
.
.       .
.
Suite nº2 violonchelo solo
Animadas libélulas tras la piel, aunando coraza,
forjando niebla.
Intensidad contenida cuando cuando atravesado trémulo quiebra oídos estómagos.
Ocupando un lugar, un bosquejo, gesto primero un cuerpo materia pesado.
Salud por mar.
.
.        .
.
Soplo, soplo, soplo. Con "s" ...ssssssss soplo
porque pequeñas sentencias bostezaban cálidas.
Soplo y levanta el vuelo aquello que, lento, yacía.
Remover sujetos yacientes, puntos finales que
devienen puntos suspensivos. Nace la encrucijada,
de amplios senos, convaleciente a la espera de una bocanada de eses.
Criminal somnolencia que los párpados me cubren las rodillas,
nudos sin deshacer. De común acuerdo salvajes e inocentes ignorancias
disfrazadas de bella durmiente.
Sin porqués el beso de un príncipe hueco.
El camino que arrastra simas simiescas vueltas de espalda,
mas nada trágica la agnición del resucitado.
De aquí en adelante trémulos. Gestos indicativos.
Trombones que agitan la marcha, platillos que se hunden en estallido final.
Nadie ve los brazos de un imán.
Caracteres físicos, allá se disponen dispares,
que hundan colores quebrados y las líneas de sus manos
infieles y los cielos se escriben con las mismas mayúsculas
que un nuevo episodio.
Un número: 13544 y todo aquello que le corresponda.
 


En lo alto, allí se quejan amables. Hace frío y temblamos.
Se recubre un espesor para alimentarnos de aquello que sobra del propio cuerpo.
Bocabajo.
Saludo y rehuyo permanecer con la risa abierta.
Yugo ciprés, en lo alto, sales de plata.
Como en un trueque, fastidiosos,
deseando morir de risa o abrir plátanos.
Limitar la costa y en tierra soportar la brisa.
Viajero adiós armado hasta los dientes.
Frágiles entonamos una despedida.
Fervor animado, la fiesta gravita lacónica y enmascarados tosemos
a los astros, nos afligimos con nuestra pereza del día a día,
se marchitan las mujeres y el sol seca nuestra tierra.
En lo alto, callados, bebemos del junco la leche del toro, ideales.
¿Quién te conduciría? Nervioso y algo alejado.
Ya no, inocencia
y aquellos tesoros.
Maltrecho, las horas y mi piel muda, un aguijón helado una llama
de vapor, un sin color de vida que ahorca mi garganta.
Las horas que mi piel arrastra
un tic tac sombrío
una muerte lenta
una ilusión de hombre y 
mirada plácida, mansa,
¡me cuesta la vida!
.
.        .
.
Una nota alzada para ya no diferenciar dejar flotando esa alegría canalla.
Ciervos a la hora de comer o cuando se destapa un nuevo día.
Entonar cantos prístinos y salvajes; hoy nadie me devora.
Dicha y sosiego, aletargados, florecientes,
ruinas que se levantan ante amedrantados dioses,
anáfora de mi sangre, encorvados cuervos curvados.
Odiamos a nuestros profesores incluso fornicamos con sus palabras,
hijos bastardos que dan a luz a sus propios paredes.
Funesto muelle que redondea lápidas y agujerea prisiones franquistas,
campos de concentración donde mueren hermanos demasiado débiles.
Cañón y pólvora a las nueve horas de un mundo sano y amado por todos
los que hayan perdido sus os orejas.
Saludable aire que enriquece nuestros pulmones
y combate el cáncer que algún antepasado dejó para ti en su testamento.
Estas son nuestras flores de cada día.
Sólo faltan los ministros que abonen velando por lo común partido.
Cientos de minutos
honorable sable
cancionero baladí
estamos satisfechos de haber enterrado a Beethoven.

Invierno 2000 Primavera 2001


¿Cuántas olas rompen por minuto?

Poesía es no detenerse

.

.         .

.

Me como el papel mientras sudo y mi frente resbala. Y así

la mañana se deslizó viciada y solamente silencioso fui.

De atmósfera palpable el mediodía hace que me entregue.

Ayer me traiciono y hoy me despisto.

Me como el papel mientras sudo y mi frente resbala.

Anímicamente de contraluz y hay viento si respiro.

Tú que te incomodas y buscas alimento,

panorámicamente no hay atajo ¿y yo?

Ingenuo decir.

Salpicaduras y aleteos. Verano febril.

Cristal, aparta, entre el sol y mi retiro,

millones de años viviré.

Aparta cristal.

Viviré.

Aparta.

.

.        .

.

Ahondar.

Siempre hay noches bajo cualquier tierra.

Mis lugares, lentos, callados.

Mis hondanadas.

Sordo, sordo, sordo.

Soterrado mi humor, blanco y negro.

¡Y más lejano que mis pupilas!

¡Casi tanto como mis venas!

¡Lejos!

Sin intestinos, sin corazón.

Lejos!

.

.           .

.

Hablamos de restos, posos, archipiélagos. De naufragios de poetas

y de lo que el tiempo nunca quiso devolvernos.

Cuando dirigimos la mirada al curso de lo habitual

rastreamos las oquedades y los fondos en tiniebla

y descubrimos qué es lo que habita sobre la tierra caliza.

Un grito ronco y viril que se desgarra,

el mundo desnudo a mis pies y mi vida colgada de un perchero.

No llores pequeño reptil, tu cola volverá a crecer.

Sí, mi conciencia siempre se encuentra un paso más

adelante, y en días que la marea está baja,

a través de la ventana dejo que se pierdan mis gestos,

imaginación de romanticón suicida.

Autodestierro. Sufres bajo la manta de tu cama y tus dientes

atraviesan varios pisos abajo. El narrador cayó,

seamos ciegos, que ardan las llamas de nuestros dedos.

"Unas veces" -repito- unas veces, algunas, la luna

aparecerá descubierta, mas no siempre.

Unas veces me toca sumergir la cabeza en un pozo

hasta tocar fondo. Y es entonces cuando mi lengua

tantea en busca de esa última gota.

A veces queremos morir desnudos

y que el viento meza nuestros corazones apagados.

.

.           .

.

- Andante un poco mosso-

Sobre islas que se alzan en un mar de cautivos,

las señales de un hombre solitario, henchido en lágrimas.

No hay nostalgia sino páramos de hierro, plomo y grisalla.

Este hombre retozón, cuya mirada abarca lo insondable,

es cuerpo vibrante, espumoso, retráctil y humano.

De pies a cabeza respiran bandadas de olas

y su piel contiene el viento y la sal.

Sobre dos pies se alza el llanto que gime, balbucea y resopla.

Su voz acaricia la tierra áspera de la que nació

y se levantó con vista al frente.

Más allá significa dentro, muy dentro. Donde un murmullo

de tiempo rítmico marca el transcurrir. Nubes que pasan

y atraviesan el color del cielo.

Se repiten las notas, vibrantes, conmovedoras.

Se repite el mismo susurro de esa musa de corazón palpitante.

Dentro de las cuatro paredes atraviesan las líneas, rebotan,

tensas acuden a desgarrar su garganta. Ese hombre

que tiembla y se abandona a la muerte por momentos.

Al final sosiego, descansa sobre el lecho de una leve tormenta.

El arco se tensa.

El corazón de un hombre corre peligro.

.

.         .

.

A. Dvorak. Cuarteto en Fa mayor.

Pena del desterrado que no recuerda su procedencia ¿De dónde demonios?

Preguntarse si la copa de un árbol conoce o no sus raíces.

La lluvia nunca caerá tan despacio...

Nunca un hombre saldrá del todo victorioso,

al igual que nunca se puede mentir completamente,

completamente nunca.





Entre un acto y otro flamean los desconcertados que habitan
en el cuarto oscuro.
Perfiladas voces que se estancan en medio del llano.
De entre la maleza vienen a recordarnos
el animal interior, al asesino de dulces y encantadoras conductas,
¡Tal pánico se encierra en mi mundo!
Mis miembros ya no son mis miembros, las calzadas
lo corroen todo, hasta agotar incluso la sed.
¿Quién grita victoria? ¿Quién es dueño de su soledad?
Camino arriba te encontrarás con tu propia imagen,
ésta ansiará saber de sí misma.
Tú, desconcertado, creerás escuchar
cómo se aproxima el final.
Una imagen, una vieja imagen
y un hombre
un hombre que sostiene entre sus manos
una última gota,
quizás el último gran sinsentido de su vida.
.
.         .
.
Quietas, mis venas quietas.
.
.        .
.
Camina y confunde tus pasos con los que ya diste anteriormente.
Que no se disipen en el fuego esos cuerpos que
una vez fueron los más
cercanos.
Recorre tu hacienda de noche, cuando, imperceptibles, los surcos
pueden ser tus únicas señales. Sin prisa,
degustando tus apetencias más primitivas y salvajes.
Virginales las costas de mis oídos,
y la blanca voz que yace sumida en cada hipnosis.
Es mi cuerpo el que sonríe entre tumultuosas dunas
y quemado por excitantes colores.
Las brisas acuden somnolientas a pedir tu pecho como último antojo.
No resistiremos otro otoño.
Languidece mi rostro. Mis pupilas son selladas.
Una amalgama cristaliza en mis labios.
Ya todo es lluvia.
Ya soy impenetrable.
.
.         .
.
Y así, colgados de mástiles, no nos encontrarán. Retozones y
hambrientos, hijos de ningún lugar. Porque hemos claudicado
de nuestros antiguos mármoles. Somos los desorientados.
Fue una noche en la que huimos malhumorados
porque, no sólo no reconocíamos a nuestros hermanos,
fueron nuestros rostros los primeros en desaparecer.
Mi tierra ahora es la hondanada.
Yermo sin memoria, sin párpados.
Porque no nos resistimos a hundir nuestras antorchas en la nieve,
ya nunca sabremos si es de día. No nos interesa.
Y anduvimos demasiado tiempo muertos llevando un cuerpo
mucho más pesado por los kilos y kilos de amapolas
que florecían unas veces en los párpados y otras en los tímpanos.
Ya nunca hundiremos nuestro pecho,
ni entregaremos sedientas nuestras manos.
Hoy mi voz es desierto.

Me abro celoso granito acelerado.

Son salvajes las horas que nos rodean.

Darse a la fuga cuando gritas canalla me siento débil.

Hincha mis ojos de olor de lluvia

y no dejes de mirarme.

.

.         .

.

Muchas veces ha sido a causa del oleaje contínuo que empujaba mi cuerpo,

se mezclan mis lágrimas con el agua marina y ya no hay forma de diferenciar.

He llegado hasta aquí de la misma manera, confundiendo pantanos con océanos

y descubriendo de nuevo un sabor amargo, una triste melodía, un proceder incomprendido,

un maraña de dobles filos, un vendaval de polvo y guijarros.

Este es el momento anterior al sobreponerse. Ahora es cuando todo

parece desaparecer. Ahora más que nunca me es más difícil

continuar escribiendo, cuando parece que es inútil todo movimiento,

todo sentido del decir entre las horas,

entre la embriaguez de un par de notas.

Las cadencias me ahogan y todo lo que podría ser contado

lo es para unos oídos sordos y ciegos, y más ciegos que sordos.

Detesto la paráfrasis que aspira a benevolencia

y siento como hermana a la noche del náufrago,

a la noche del que ha perdido toda su fortuna.

Un paso tras otro y bajo la mirada.

Sólo una gota puede caer en el agua.

Sólo yo me destierro a donde nadie.

Porque la sombra dibuja sin nombres,

desde hace tiempo he venido presintiendo:

cerrar el círculo sólo puede significar

de nuevo una y otra vez.